Explicamos el caos en OpenAI
Si hubieran sido el argumento de una película de ciencia ficción, o un episodio de Succession, los acontecimientos de OpenAI del fin de semana pasado habrían parecido un poco exagerados.
¡Un golpe secreto de la junta directiva! ¡Miedo a una inteligencia artificial asesina! ¡Un director ejecutivo estrella, traicionado por su director científico! ¡Una revuelta del personal a la madrugada, que amenaza con cambiar el equilibrio del poder tecnológico mundial!
Si no le has prestado atención a todas las idas y venidas de la saga, está bien. Ha sido una jornada confusa, con mucha jerga compleja y detalles difíciles de seguir.
Pero es una historia importante, aunque no estés particularmente interesado en la inteligencia artificial. Si alguna vez has usado ChatGPT o has hecho un dibujo con DALL-E 3, o si te preocupa que los potentes sistemas de inteligencia artificial puedan algún día amenazar la supervivencia humana, todo eso está en el drama de OpenAI, el fabricante de inteligencia artificial más relevante de Estados Unidos.
Esto es lo que necesitas saber:
¿Por qué pasó esto?
La junta directiva de OpenAI despidió por sorpresa el viernes a su director ejecutivo, Sam Altman. La explicación de la junta —que Altman no había sido del todo sincero con ellos— fue confusa y poco clara.
Aún no sabemos exactamente qué ocurrió entre Altman y la junta directiva. Pero la inusual estructura administrativa de OpenAI —está dirigida por la junta directiva de una organización sin fines de lucro que controla una filial con fines de lucro y puede votar para sustituir a sus líderes— permitió al directorio despedir a Altman sin dar explicaciones.
¿De qué se trató el golpe?
El golpe lo encabezó Ilya Sutskever, director científico de OpenAI, que se había peleado con Altman. Sutskever quiere que la empresa dé prioridad a la seguridad y le preocupaba que Altman se centrara más en el crecimiento.
Sutskever forma parte de una facción de expertos en inteligencia artificial que temen que esta tecnología pronto supere las capacidades humanas y se convierta en una amenaza para nuestra supervivencia. Varios de los integrantes de la junta directiva de OpenAI están vinculados al altruismo eficaz, un movimiento filosófico que ha hecho de la prevención de estas amenazas una de sus principales prioridades. A Altman también le preocupan los riesgos de la inteligencia artificial. Pero también ha expresado su optimismo de que la inteligencia artificial será buena para la sociedad, y su deseo de avanzar más rápidamente. Esto puede haberlo puesto en desacuerdo con los miembros de la junta, preocupados por la seguridad, cuyo trabajo es ver que la poderosa inteligencia artificial se desarrolle de forma responsable.
¿Qué ha pasado desde el golpe?
Durante el fin de semana, parecía que Altman podría volver a OpenAI, con la condición de que se hicieran cambios importantes a la junta. Eso no sucedió. En vez de esto, muy tarde en la noche del domingo, la junta ratificó su decisión, y escribió en un memorándum a los empleados que el “comportamiento de Altman y la falta de transparencia en sus interacciones con la junta directiva socavaron la capacidad de la junta para supervisar de forma eficaz la empresa de la forma que se le había encomendado”.
La junta directiva nombró entonces a Emmett Shear —ex presidente ejecutivo de Twitch, una empresa de retransmisiones en directo— como el segundo director ejecutivo interino de OpenAI en apenas unos días. (Mira Murati, la directora general de tecnología, había sido nombrada para el puesto, pero lo perdió tras manifestar su apoyo a Altman).
En respuesta, Microsoft —el mayor inversionista de OpenAI y uno de sus principales socios estratégicos— ofreció a Altman y a su principal lugarteniente, Greg Brockman, dirigir un nuevo laboratorio de inteligencia artificial. Casi todos los 770 empleados de OpenAI firmaron una carta en la que amenazaban con renunciar e irse a trabajar con el nuevo equipo de Microsoft, a menos que la junta directiva de la empresa dimitiera y trajera de vuelta a Altman y Brockman.
En otro giro inesperado, Sutskever empezó a tener dudas. El lunes escribió en una publicación de X que se arrepentía profundamente de haber participado en la destitución y que “nunca había pretendido perjudicar a OpenAI”. También firmó la carta comprometiéndose a irse con Altman y Brockman a Microsoft si la junta no revoca su decisión.
¡Qué cosa tan confusa! ¿Pero por qué nos importa?
Las luchas corporativas internas no son nuevas. Pero lo que hace que la historia de OpenAI destaque es lo que está en juego. OpenAI no es una compañía cualquiera. Creó ChatGPT, uno de los productos tecnológicos de mayor crecimiento de todos los tiempos, y emplea a muchos de los principales investigadores de inteligencia artificial.
La empresa también es inusualmente ambiciosa y cree que su papel es el de construir una superinteligencia digital que acabe siendo más poderosa que los humanos. Además, Altman era un líder muy querido y una figura emblemática de la industria de la inteligencia artificial, lo que hace que la decisión de la junta de destituirlo sea más misteriosa.
En un sentido más amplio, lo que está pasando en OpenAI es un indicador de una de las mayores peleas de la economía mundial actual: cómo controlar a herramientas de inteligencia artificial cada vez más potentes y si se puede confiar en que las grandes empresas las desarrollen de forma responsable.